¿Qué es un teatro?

“Yo soy arquitecto, pero esencialmente soy escenógrafo. Pienso en teatro. Cuando veo los planos de una sala, veo personas. En los libros de arquitectos de hoy no hay personas, solo se ve el espacio. Es un signo de época”. En medio de la nave principal de la antigua fábrica Numax, quien habla es el gran escenógrafo y arquitecto francés Jean-Guy Lecat. Trabajó durante 25 años con el director y creador Peter Brook. Conocedor de Barcelona, ya ha estado aquí en varias ocasiones (de hecho, lo hizo cuando vino la compañía de Brook a presentar el Mahabharata de Peter Brook, el segundo primer espectáculo que se realizó en el Mercat de les Flors).

Durante estos años ha escrito libros y ha desarrollado trabajos de transformación y creación de salas para el Lincoln Center, de Nueva York; para el Tramway, de Glasgow; y para las Naves del Matadero, en Madrid, entre muchos otros proyectos que llevan su firma, como la renovación del Mama Experimental Theater de Nueva York. Ahora ha pasado varias veces por Barcelona para asesorar sobre este nuevo teatro del Farró, La Fábrica, al equipo promotor y al estudio de arquitectura de Antoni Bantulà, que ha ejecutado el proyecto.

Estamos en el siglo XXI y necesitamos un teatro para hoy —apunta este notable creador, que también diseña vestuario e iluminación—.

Es muy importante entender qué es el teatro hoy y qué necesita el público hoy. El teatro siempre dialoga con la actualidad.

La segunda idea rectora del proyecto es que tenemos un repertorio de 2.500 años, desde las tragedias griegas hasta Molière. Cuando se construyó la mayoría de los teatros que conocemos, se hacía un teatro de repertorio que dialogaba con el momento en que se construyeron. Había una ósmosis perfecta entre la arquitectura y la época. Hoy, el repertorio es otro; se necesitan espacios más libres, más abiertos, más neutros. La idea de la sala es que sea bella, pero simple; que no genere interferencias con la arquitectura existente. El pasado es un problema y la idea de monumento histórico para una sala teatral es más problemática porque un teatro es justamente lo contrario. Esto era una fábrica y debe seguir sintiéndose como fábrica.

La idea de teatro-monumento es un freno a la imaginación y la creatividad, tanto para los artistas como para el público. El desafío para un teatro es encontrar un equilibrio entre el pasado y lo contemporáneo.

En Europa, explica este señor de mirada aguda, hay un movimiento muy importante de restauración y no de conservación. «En Italia hay un centenar de teatros cerrados que fueron ocupados ilegalmente. En Pisa organicé un taller con juristas, directores de teatros y diversos artistas con el objetivo de redactar una especie de documento que explique a los alcaldes de las ciudades que les cuesta menos dinero abrir un teatro cerrado y que no hace falta esperar a tener dinero para reformarlo, porque abrir estos espacios tal como están, con las marcas del pasado, funciona muy bien con propuestas contemporáneas. En estos casos hay que resolver los problemas de seguridad y electricidad, pero no gastar una fortuna en la restauración.

Es fundamental la creación de nuevos públicos y, para este objetivo, hay que abandonar la idea de monumentos y apostar por espacios teatrales simples y económicos.

Lo más importante es dar a las salas un funcionamiento simple para que los creadores, después, las transformen como ellos quieran. La dificultad en todo esto es que la política quiere monumentos. Ya no se construyen iglesias, pero sí grandes salas teatrales más pendientes de su arquitectura exterior que de su funcionamiento interior.